jueves, 1 de diciembre de 2016

Modelos embarazadas, lencería de Victoria´s Secret y bragas de Bridget Jones

Después de muchos meses hoy por fin he tenido tiempo de leer un rato el periódico. Y viendo la sección de LOC, de repente me encuentro con la despampanante Irina Shayk y un titular con el que alucino de inmediato: “Irina Shayk hace historia desfilando embarazada para Victoria's Secret”. Aquí podéis leer la noticia. Y lo primero que pienso es: “qué notición!” y lo segundo que pienso es: “se han debido equivocar de foto”. Luego leo la noticia y para empezar, alucino por cómo está dada, al leer cosas como "evidente tripita". Parece que Irina ha desfilado EMBARAZADA, o sea, EMBARAZADA con tripa de EMBARAZADA. No os pongáis en lo más extremo, que yo tampoco me esperaba un barrigón de 9 meses en plan globo aerostático y a Irina desfilando a punto de sufrir contracciones de parto, pero de ahí a ¿“evidente tripita”?, no se… no lo veo… aquí tenéis la foto, juzgad vosotras mismas. 


Entiendo que para ella y/o la industria a la que representa, seguramente esa enorme barriga que luce en la foto es algo desmedido y desproporcionado, nótese la ironía en mi tono. Pero a mi que estoy embarazada y tengo tripa de embarazada, casi me parece un insulto este artículo, y me encantaría que Irina o cualquier otra modelo pudiera desfilar en un desfile de esta envergadura y sobre todo con esta temática, estando y PARECIENDO embarazada. Con una ropa interior ideal e igualmente sexi, o ¿es que la gente se piensa que automáticamente una mujer que use este tipo de ropa interior, se embaraza y pasa a usar bragas de Bridget Jones?.


Y aunque así fuera, incluso esas bragas pueden ser sexis en una mujer que se sienta así, porque al final ser sexi o no es una cuestión más de lo que una sienta sobre sí misma y transmita a los demás, que de lo que una se ponga. Bueno, al menos una servidora tiene esa idea.

Creo que mientras estas cosas sean noticia seguiremos teniendo un problema. Mientras las mujeres que consumimos esa o cualquier otra moda, aceptemos como referentes modelos que no se ajustan a una mayoría real, o mejor dicho, modelos que no se ajustan a nosotras mismas, seguiremos teniendo un problema. 

En cualquier caso la chica, embarazada o no, está estupenda, como podéis apreciar en la foto, ¡qué despampanancia!

Así que, Irina, ¡enhorabuena por tu más que evidente embarazo!

Yo ya estoy de casi ocho meses, parezco un zepelín con piernas, y tengo que inclinarme hacia adelante o hacia un lado para verme los pies, (por no mencionar otras partes de mi cuerpo a las que hace meses dejé de tener acceso visual directo). Pero igual cualquier día me vengo arriba y me saco una foto con un modelazo así en plan sexi e incómodo a partes iguales, o espero a Macho Alfa de esa guisa en el salón, con tacones y gabardina abierta. Me río sólo de pensarlo. Me vais a perdonar, yo es que embarazada o no, salvo para ocasiones especiales, soy más de las bragas de Bridget Jones.

¡Feliz jueves!

martes, 25 de octubre de 2016

BerlinDiaries #4: Nos vamos "alemanizando" poco a poco...

Llevamos unas semanas en las que no nos da tiempo a nada. No es que hagamos los niños y yo mucho más allá de nuestras rutinas de paseos por el lago, alimentar a los cisnes y a los patos, que los tenemos a los pobres cebados de tanto pan, ir a la compra, y recados varios por el estilo. El resto es un poco lo de siempre de buscar mil pequeñas actividades para tener a los niños entretenidos. Y entre actividad y actividad, ir buscando huecos para seguir con la búsqueda de kita y de hospital para dar a luz. De momento lo de la kita va evolucionando favorablemente! he conseguido una bilingüe español-alemán, donde me cogen a los dos a la vez, y encima está a una distancia prudencial andando desde casa, con lo cual debería estar llorando de la emoción, pero están en obras por lo que no empezarían hasta enero. Bueno, no queda tanto, podría estar así dos meses más… pero al agotamiento mental y físico que tengo se le añade la preocupación de que no quiero que el choque de meterles en la kita, coincida con la llegada del nuevo miembro de la familia. Igual me estoy preocupando en exceso, pero creo que tanto lo uno como lo otro son eventos suficientemente relevantes como para no juntarlos en el mismo mes, en la medida de lo posible… Así que sigo con la búsqueda, para tener algo de “repuesto” hasta que puedan empezar. ¡Veremos qué encontramos! 

Cambiando de tema, la semana pasada tuve un golpe de suerte que ha dado un giro de 180 grados a nuestras vidas. Estaba en el lago con los niños, que estaban metiéndose en un tronco hueco gigante, y de repente veo a otra madre con dos niños esperando para que los míos salieran y poder meterse ellos. ¡Y de repente oigo que les habla en español! Sonaron trompetas celestiales de fondo y las nubes se abrieron y salió un arcoíris multicolor en el cielo… bueno, no fue así, ¡pero casi!. Inmediatamente nos pusimos a hablar, y terminamos sabiendo que somos vecinas, y que tenemos las mismas rutinas de paseos y alimentar aves, así que ayer por fin los niños tuvieron compañeros de aventuras para ponerse de barro hasta las orejas, que siempre es más ameno en compañía. Yo soy consciente de lo que echo de menos a mis amigos y a mi familia, pero no era consciente hasta qué punto Enzo echaba de menos a los suyos. Es cierto que casi todos los días me lo dice, y se enfurruña un poco cuando le digo que aquí tendremos otros amigos, y que su cole está muy lejos como para seguir yendo, pero ha sido al verle jugar como loco con su nueva amiguita e ignorarme durante varias horas seguidas, cuando he sido consciente de lo que puede llegar a extrañarlo.

Yo echo de menos todo, enormemente, pero gracias al fin de semana que fuimos a España hace quince días, he podido volver con las pilas recargadas para afrontar con mejor humor los meses que me quedan por delante sin poder volver. Ver a los amigos de siempre, a la familia, te da fuerzas como nada. Le empapé el hombro a un par de amigas en una boda (¡a la novia no! menos mal que pude contenerme), pero es que entre las hormonas y esta morriña que tengo, estoy que no me aguanto ni yo! (gracias, chicas). Y es cierto que me estoy “acostumbrando” a mi nueva situación de bimadre 24 horas al día, y lo llevo mucho mejor, no voy a ir ahora de que me paso el día llorando por las esquinas porque no es la verdad. A lo mejor es que como empiezo a ver la luz al final del túnel (aunque haya que esperar hasta enero), me lo tomo con una nueva filosofía.

Y poco a poco nos volvemos más alemanes en esta familia: cenamos a las siete y media de la tarde, nos da igual no tener cortinas en casa y que nos vea todo quisqui desde la calle, (en serio, no entiendo como las persianas no se han extendido al resto de Europa); yo ya respondo cuando me llaman Frau+apellido; compramos yogures en tarrinas de un kilo; y los niños ya tienen sus pantalones de guarreo, que aquí es un must. Os explico, pantalones de pescador de toda la vida, lo que viene siendo un peto impermeable para ponérselo encima de la ropa, hacer la croqueta en el parque lo que les apetezca y volver de mierda barro hasta los dientes sin que pase nada, porque le das un agua a los pantalones y listos para volverse a usar.

En serio, este es el mejor invento del mundo, ¿cómo es que no ha llegado a España?. Los hay en modalidad solo impermeable; otros con un poco de forrito para cuando empieza a hacer fresquete, y los de invierno ya en plan mono de esquí en toda regla. Así no hay excusa para no salir a la calle el típico día tonto que piensas, “uf, si es que el parque va a estar hecho un barrizal…pero los niños se están subiendo por las paredes…”. Esto reafirma la teoría de mi amiga Elvira de que no hay mal tiempo, sino ropa inadecuada.

De momento estas son nuestras andanzas por aquí, adaptándonos poco a poco a nuestra nueva vida. De mi reinvención como mujer “a la berlinesa” no hablo porque tengo asumido que se va a retrasar sin fecha fija de comienzo, pero todo llegará, sólo tengo que seguir dosificando mi paciencia hasta entonces (póngasele tono irónico a esta última frase).


¡Feliz martes!

martes, 27 de septiembre de 2016

BerlinDiaries #3 Ya casi un mes...

Parece que después de casi un mes las cosas empiezan a ponerse en su sitio (muy despacio, eso sí). De momento hemos conseguido el Kitagutschein (cheque guardería) y ahora lo que nos falta es la guardería donde tengan plaza en sí, cosa complicada en Berlín… veremos si hay suerte. 

Yo entre tanto tenía que buscar ginecólogo aquí para poder seguir con las pruebas pertinentes del embarazo, así que después de mucho indagar en foros de internet buscando opiniones, referencias, experiencias, etc, me decidí por una doctora que hablaba castellano, relativamente cerca de casa, y el viernes por fin tuve consulta. A parte de hacerme la prueba del azúcar, tuvimos una pequeña entrevista para conocernos y ponernos un poco al día mutuamente. 

Los otros dos embarazos los llevé en Madrid a través de un seguro privado, sabiendo que mi ginecólogo era el que me llevaba el seguimiento durante todo el embarazo y además me asistiría en el parto. Aquí ella me llevará el seguimiento y luego tengo que elegir el hospital que mejor me venga o el que más me guste, y por mi cuenta irme allí a hacer una entrevista con ellos en plan “¡Hola!, quiero dar a luz aquí si a ustedes les viene bien” mes y medio antes de la fecha prevista. Una vez allí ya te atiende el día de marras un ginecólogo o una matrona, el que esté, eso como cuando das a luz en la pública en España, ¿más o menos no?

A mi había un tema que me tenía en especial inquieta, y es el asunto de la epidural. No voy a entrar en debates de si es mejor o peor, porque me parece algo tan personal como cualquier otra decisión respecto a este tema, sólo os cuento mi experiencia. Por todo lo que había leído en foros, etc., aquí no es para nada habitual. Y cuando le pregunté a la ginecóloga corroboró mis sospechas. Tal cual me dijo que “aquí no se usa”, que las mujeres alemanas daban a luz de forma “natural”. Yo debí abrir los ojos como platos, porque me sorprendió bastante su comentario. Una cosa es que no sea lo habitual, pero si yo pregunto específicamente por ello, espero una respuesta con las distintas opciones que tengo, si es que las tengo, no que me metas presión diciéndome que las mujeres alemanas son más fuertes y por eso no la piden, y que ponerse la epidural es "antinatural". Así que le contesté que para empezar, y como ya se habría percatado seguramente, yo no era alemana; para seguir, que ya tenía dos hijos y sabía lo que era una contracción al 40%, y no necesitaba saber cómo es al 100%.  Repito lo de antes, que cada una de a luz como mejor le parezca, en un hospital, en una clínica, en su casa, por la pública, por la privada, con epidural o sin ella, pero yo, llamadme cagueta, no quiero pasarlo mal pudiendo hacer el mismo proceso sin sentir dolor. Es posible que siendo el tercero casi se me caiga de camino al hospital y llegue y no de tiempo a que me la pongan, eso es otro tema; pero que no me la pongan porque aquí “las mujeres alemanas no lo piden porque son muy fuertes”, pues mira, no. Yo soy débil, y lo admito, así que doble chute de epidural para la servidora.

Por lo demás la ginecóloga fue encantadora, (no es ironía), no se muy bien por qué le salió esa vena de supremacía aria en ese momento, (sobre todo teniendo en cuenta que ella no es alemana), pero no le daré mayor importancia, ya que la voy a ver exclusivamente en las pruebas necesarias antes del parto.

Además luego comentando con algunos conocidos, le epidural en sí la tengo que “gestionar” con el hospital el día que vaya a hacer la entrevista con ellos, así que iré ya con la lección aprendida para que no me sorprenda tanto si me contestan algo similar.

Por lo demás seguimos descubriendo y aprendiendo cosas, e integrándonos poco a poco como buenamente podemos, hablando inglés o español, porque alemán aún ni papa. Y los niños parece que reaccionan un poco mejor a las aproximaciones de otros niños en el parque, que hasta ahora se llevaban un “¡eso no se dice, niño!” cuando cualquiera se les aproximaba diciendo seguramente algo como “puedo jugar contigo” o “me dejas ese palo?”. Ahora sólo les miran expectantes, como esperando a ver si pueden adivinar lo que les han dicho según el siguiente movimiento del niño en cuestión. Los pobres están desarrollando sus habilidades sociales y su diplomacia a la fuerza. 

Me están gustando muchas cosas de Berlín, para empezar su aire relajado en general, es muy distinto a España. Otra cosa que me gusta y a la que pensé que tardaría más a acostumbrarme es a los horarios "nórdicos". Eso de cenar a las siete de la tarde no lo veía. Bueno, no voy a exagerar, cenamos a las siete y media más o menos, pero es cierto que el día parece que te cunde más cuando un sábado adelantas todo tres horas y a las nueve de la noche estás de vuelta en tu casa después de haber dado un paseo, cenado con unos amigos, charlado un par de horas, y vuelto a casa, (cenando a las seis, claro). Hablé con mi madre después de cenar (yo) y ella acababa de levantarse de la siesta, como hubiera hecho yo cualquier sábado en Madrid. Typical Spanish siesta, para que nos entendamos. 

Me despido por el momento, porque Maya se me está subiendo encima del teclado e intenta escribir ella su propio e ininteligible post con sus deditos rechonchos, así que doy esta entrada por finiquitada.


¡Feliz martes!

miércoles, 14 de septiembre de 2016

BerlinDiaries #2 Después de dos semanas...

Después de dos semanas... instalarse en Alemania no está resultando tan sencillo como lo fue cuando me fui a vivir a Inglaterra hace 8 años. Obviamente porque ahora llevo  la “mochila” de los niños y no puedo campar a mis anchas mientras Macho Alfa trabaja, lo cual está resultando bastante más complicado de lo que esperaba. Diez u once horas desde que se despiertan hasta que llega el relevo paterno son muchas horas juntos, y llega un momento en que no nos aguantamos mutuamente. Mi espacio o tiempo particular ha quedado reducido a la nada más absoluta, y cuando llega el momento en que disfrutar de hacer un pis a solas, se convierte en un lujo fuera de tu alcance, es que la cosa está ya pasada de rosca.

Para más inri Enzo está viviendo su “primera adolescencia”, y está en plan rebelde-way a todas horas. Cada vez que le digo algo, cualquier cosa, desde “ve a hacer un pipí” a “por favor Enzo, recoge tu habitación”, me suelta “pues tú no me digas eso” y se va con paso digno y enfurruñado. Y lo peor es que Maya que es un monito de repetición, va y me suelta lo mismo con su lengua de trapo esta tarde cuando la he regañado por quitarse el pañal y la ropa en medio del salón e ir corriendo en bolas por toda la casa. Con su par de dos, va la tía y me suelta algo como “y-puu-no-me-dia-eeeesoooooooo”, y mi cara, un poema, claro.

Así que así nos las gastamos, yo hoy me río por no llorar, porque ha sido un día muy largo y muy duro. Como os contaba, la vez de Inglaterra fue mucho más fácil al ir dos adultos solos, por supuesto, pero es que en este caso la barrera del idioma está suponiendo unos obstáculos mucho mayores de lo que imaginaba. He debido oír unos cuantos cientos de veces la frase “pero si en Alemania todo el mundo habla inglés”. ¡JA! Vete a solicitar el cheque guardería o a empadronarte a cualquier junta municipal de España, que es donde se gestiona eso aquí, y más o menos el mismo inglés que te hable cualquiera allí, será el mismo que te hablen aquí en Berlín. O sea, nada.

El tema del empadronamiento ya os lo conté en el post anterior y está más o menos resuelto. Ahora lo que ocupa mis pesadillas es la kitagutschein. Es el equivalente inversamente proporcional al cheque guardería español, me explico: aquí las Kitas o guarderías de gestión privada, te solicitan de primeras el kitagutschein, que es la parte de la mensualidad que reciben del Estado. En este caso te las dan según las horas que dejes a los niños, entre unas 5 y 9, y eso se traduce entre 300 y 550 € que el Estado paga a la guardería. El resto, (que no siempre hay un resto), lo pones tú. Los que tengáis hijos y hayáis solicitado el cheque guardería, entenderéis ahora por qué he dicho que es lo inversamente proporcional. En España te dan 100 € y el resto lo apoquinas tú, que suele ser un pastizal. Hasta ahí todo genial por poder disfrutarlo, estamos a la espera, a ver si llega pronto y los niños pueden empezar a ir a la Kita, empezar a relacionarse con otros niños, empezar a aprender alemán, y empezar a traducir a su madre desquiciada, o sea, la menda. Y yo con un poco de suerte poder empezar a dar clases de alemán, o a estudiar por mi cuenta, y tener tiempo de centrarme un poco, que estoy ahora mismo como una peonza.

Por lo demás esta semana se ha pasado volando porque hemos tenido la visita de los suegris, que se han marchado esta mañana, y es cierto que aunque no hemos parado, nos ha dado más margen para respirar un poco, (he podido ir varias veces al baño sola, no os digo más). Que nadie se eche las manos a la cabeza que ya me veo los pensamientos de “esta loca solo reniega de sus hijos”,  que quien tenga dos hijos y no sienta lo mismo que yo después de varios meses todo el día con ellos, es que miente como una bellaca. Obviamente yo por mis hijos MA-TO, pero una es persona y mujer también, (aunque a veces no lo parezca). 

Dicho esto, lo poco que he ido haciendo de turismo por aquí, me está gustando mucho. Alucino con mi barrio y con el lago que tenemos al lado de casa, no se si se apreciará en la foto, pero eso del fondo viene a ser como el sitio más cotizado de los alrededores en los días de calor. Es como el club náutico, para ponernos en plan fino, pero en versión lago en medio de la ciudad. Este minilago con orillas inclinadas que no medirán más de 3 metros de ancho, está de bote en bote, y lo mismo te encuentras una familia con sus niños pequeños, que a medio metro tiene una panda de hipsters tocando el uquelele, que a medio metro tiene un grupo haciendo una barbacoa con una barbacoa portátil, que a medio metro vuelve a tener la familia de niños pequeños. Todos ahí apiñados como piojos en costura, y en feliz armonía y convivencia. Esto me encanta. Todavía no he sentido el calor abrumador que deben sentir ellos, (estamos a unos 25 grados) como para que me de por meterme ahí con los dos enanos, buscar ubicación entre tanta gente requiere más pericia que encontrar primera línea de playa en Benidorm en pleno agosto. Pero oye, el ambiente de convivencia y “cada uno a su bola” que se respira, me gusta.

Weissensee

Tengo ganas de tener tiempo y poder perderme durante horas en un museo como la auténtica guiri que soy en esta ciudad.

Y con esto y un bizcocho, me despido, que Macho Alfa acaba de llegar de viaje y voy a disfrutar de mi primera conversación del día con un adulto. Enzo es muy maduro para tener casi cuatro años, pero a tanto no llega mi pobre.

¡Feliz miércoles! 

jueves, 1 de septiembre de 2016

BerlinDiaries #1 Empadronados en Berlín! (más o menos)

Estoy a punto de llorar de la alegría y la emoción al haber descubierto que tengo WiFi en este pequeño remanso de paz que hemos descubierto los niños y yo esta mañana. Es la zona comunitaria de nuestra casa, ya lo sabíamos, pero como sólo es nuestro segundo día aún no habíamos tenido mucho tiempo de bajar a investigar. No os imaginéis la típica zona comunitaria al uso en España, o al menos en Madrid, esto es una minipraderita vallada que escondía un gran tesoro: ¡un arenero!. Ahí tengo a los dos alemanitos jugando. No me digáis que no pasan por nativos.


Esta mañana no nos ha dado mucho tiempo a jugar porque teníamos que ir a empadronarnos, (ahora os cuento esa historia), pero esta tarde le estamos sacando todo el jugo, los niños poniéndose de arena hasta los dientes, como debe ser. Y yo escribiendo esta entrada con el portátil. ¡Lo nunca visto!

Os cuento lo del empadronamiento, en realidad por un lado ha ido todo bien, gracias a que una compañera de Macho Alfa se ha ofrecido a acompañarnos por si no hablara nadie castellano o inglés. Menos mal que ha venido porque allí ni papa de otra cosa que no fuera Deutch. El punto positivo, que después de un buen rato hemos conseguido empadronarnos todos. El negativo, que la señora al “no entender” castellano y pese a ser el DNI un documento oficial, y llevarlo también los niños, ella no “tiene forma de saber” que en el DNI lo que dice es “nombre de madre y padre”, o sea, nosotros, y que a su vez los nombres de todos figuren en el Libro de Familia. Así que como estamos en Alemania y como bien nos ha repetido varias veces para que nos quedara claro, aquí se habla alemán, necesitamos una traducción jurada del Libro de Familia para que la señora certifique que somos matrimonio con dos hijos y no simplemente cuatro extraños que comparten casa. Comentándolo luego con familiares, parece ser que en España también hacemos eso mismo para escolarizar a gente de otros países. Sinceramente, de países extracomunitarios lo puedo entender, pero entonces ¿para qué sirve la Unión Europea y el libre tránsito de personas, etc., si luego los documentos oficiales sólo te valen en tu país?

Salvo este pequeño contratiempo, y dudas burocráticas a parte, nuestros dos días aquí de momento van bastante bien. Todavía adaptándonos a los horarios tempraneros de este país. A las siete de la mañana hay ya un tráfico de tres pares. De hecho mañana nos traen los muebles que faltaban de IKEA y el horario de reparto es de 7 a 8. Sí, de la mañana, yo también imaginé al principio que sería de la tarde. Voy a tener que ponerme el despertador porque puedo ignorar el timbre por completo si estoy en el quinto sueño.

Este post no da para mucho más porque los niños están empezando a vaciar el arenero y temo que los vecinos nos veten la entrada con sólo un día de uso.

En breve os voy contando más cosas. De momento el fin de semana tenemos una fiesta en el jardín con todos los vecinos donde cada uno tenemos que bajar algo que hayamos preparado en casa. Macho Alfa decía que podíamos hacer una tortilla de patata, algo típico español. Yo ya le he dicho que si se pensaba que en el avión Madrid-Berlín de repente me habían enseñado a cocinar. La primera y única vez que he hecho una tortilla de patatas fue en una Spanish Party que dimos en casa cuando vivíamos en Londres, Macho Alfa hizo una y yo otra, porque éramos muchos. Sólo os diré que la mía no la probó nadie, todos se pensaron que eran dos platos distintos, y el mío no debió resultar el más apetecible. Desde entonces llegamos al acuerdo tácito de que él cocinaba y yo gestionaba todo lo demás en general. Así que ya os contaré lo que decida cocinar. Yo como mucho hago un bizcocho de naranja, con la Thermomix, eso sí.

¡Feliz jueves! (o feliz Donnerstag).

lunes, 15 de agosto de 2016

¡Mudanza terminada! ya no nos queda nada...

Parece que después de una semana, se puede decir que por fin hemos terminado con la mudanza. ¡Qué coñazo! Uno piensa en mudanza, y se visualiza a sí mismo haciendo cajas, moviendo cajas, tirando trastos. Pero esto ha sido como todo eso a la enésima potencia. Como se suele decir, el parto de la burra. No sé la cantidad de cosas que habré tirado, y he perdido la cuenta de cuántas veces he ido al punto limpio en las últimas dos semanas, la cantidad de ropa que he podido dar… mi filosofía ha sido, ciudad nueva, vida nueva, cambio de aires, y reducir mi armario a lo realmente útil y necesario. Ha sido la excusa perfecta para forzarme a tirar todos esos pantalones que tenía en lo alto del armario “para cuando adelgace un par de kilos”, cosa altamente improbable en un periodo de al menos un año teniendo en cuenta mi prominente barriga de 4 meses de embarazo. Esos jerséis que nunca me ponía porque eran muy finos, o muy gordos, o muy cortos o muy largos. Todo lo que no me he puesto en los últimos dos años, ha pasado a mejor vida.  Y me he dado cuenta de la cantidad de cosas que 1) no sabía ni que tenía, y 2) no me había puesto más de dos veces. ¡Pues todo fuera!

En cualquier caso he calculado bastante mal tanto el tiempo que iba a tardar en empaquetar todo como lo que me iba a ocupar todo empaquetado en sí, y los señores de la mudanza, muy amablemente ellos, me dijeron según vieron el monto de cosas, que no sabía si iba a entrar todo en el camión, yo me eché a temblar, claro, porque no es lo mismo mudarte a otro barrio de tu ciudad, que es tan “fácil” como que el camión haga dos viajes a tu casa nueva en vez de uno, que mudarte a 2.400 km, ahí la cosa se complica un poco.

Por suerte el “mudancero” era un experto en jugar al Tetrix y obró un auténtico milagro para que mi vida entera cupiera en una furgoneta de 19 metros cúbicos.

Tres días después nuestras pertenencias estaban en Berlín sanas y salvas y machoalfa se ha pegado la paliza desde entonces para desempaquetar todo e ir acondicionando nuestro nuevo hogar.

Así que después de una semana como os comento, de locura, de no parar, de tener a los niños colocados entre casa de los abuelos, casa de las tías, etc, por fin pude estar con ellos y no pensar en dónde les tenía que “colocar” al día siguiente. Los pobres estaban tan desubicados que cada vez que me iba de la habitación venían a buscarme como si ya los hubiera vuelto a dejar y me hubiese vuelto a ir. Me he sentido muy mala madre por no poder estar con ellos estos días, porque bastante desubicados estaban ellos ya de por sí con machoalfa en Berlín desde hace ya varios meses, como para que su madre desapareciera del mapa varios días y siempre a traición. En fin, espero que no se acuerden de esto cuando sean mayores.

Y no se si recordáis que había vuelto “al cole” con un intensivo de alemán, bueno mejor no voy a decir mucho al respecto, salvo que no se ni decir “no hablo ni papa de alemán” que era mi objetivo a conseguir. Vamos a dejarlo en que con la mudanza tenía la cabeza en otra parte. Ya aprenderé allí aunque sea a base de engancharme a novelas en la tele. Mi cabeza no ha dado para más con tanta cosa.

Y no tengo mucha más novedad por el momento. Sólo quiero que llegue ya la hora de volver a estar juntos, en Berlín o en la Conchinchina, que esta situación de tránsito empieza a ser un poco pesada. Y sí, ya sé que no queda nada, pero ¡parece que nunca llega! Desde mañana nos espera una semanita en la playa para disfrutar sin prisas y sin tiempos que cumplir, y sin cajas que hacer. Y sobre todo para coger todo el sol que no vamos a coger en el próximo año. Y el día 30 ponemos rumbo a nuestra nueva vida. Así que entre tanto, para llevarlo mejor, me comeré todos los espetos que me quepan entre pecho y espalda y un kilo de berenjenas con miel al día, para subir el nivel de endorfinas, más que nada, y por supuesto siempre a vuestra salud.


¡Feliz (hoy no sé ni qué día es)!